Ya recuerdo porqué no iba antes a clase desde la primera hora.
Tú eres un ser humano feliz que se encuentra en la estación de Getafe Central a las 7:55 de la mañana. Tienes algo de sueño, pero no importa, es "miernes" (miércoles-viernes) y esta semana ya no hay más clases.
Llega el tren y tienes la maravillosa suerte de que la puerta del vagón se para justo delante de ti, y durante un segundo, tienes la fugaz ilusión de que quizá entres y pilles un sitio para sentarte, porque ayer te vino la regla y realmente te estás planteando arrancarte los ovarios.
Y ahí cometes el GRAN ERROR: olvidas que esto no es la civilización sino la selva, y de la nada aparecen unos ochocientos millones de personas que se te cuelan por los lados y ya está. Se acabó. No vas a sentarte. Así que subes y al menos aún hay hueco para ir de pie y poder respirar.
Pero antes de llegar a Atocha hay tres paradas por delante. En cada una de ellas hay otros ochocientos millones de humanos trabajadores que suben y te aplastan, y ahí es cuando ellos comenten su primer error: creer que eres contorsionista y que además, careces de glándulas olfativas.
La masa te arrastra y te preguntas como puedes ser que, de repente, te encuentres a 300 metros de donde empezaste, agarrándote a una barra que está lo suficientemente lejos como para que se te desencaje el homóplato derecho, y colocando un pie (no sabes cómo) en dirección contraria al otro. Por si no estás incómoda, alguien te clava el codo en las costillas, y te ves allí, jugando al Twister (pie derecho al rojo, mano derecha donde pilles), en un vagón ridículamente pequeño que encima huele a humanidad.
Porque esa es otra. Tienes la suerte de ser alta, no hueles la sobaquera del vecino. No, tú tienes el gran honor de olerle el aliento al tipo de delante. Y la Ley de Murphy es sagrada, el aliento no le huele a menta. No, no, no. Ese tipo ha decidido no lavarse los dientes esa mañana y por tu nariz se cuela "Eau de Vertedero".
Al menos queda poco, estás llegando a Atocha, pero ¡ENHORABUENA!, ¡te ha tocado la lotería!. Lo echan a suertes y es tu desgraciado tren el que se para diez minutos en medio de la nada, así que ya no llegas a las 8 y cuarto para poder subir a clase con tranquilidad, llegas a las 8 y veinticinco, y para no llegar tarde te pegas una carrera digna de medalla olímpica.
Lo has conseguido. Has llegado a clase. Feliz Miércoles.
¡Viva el transporte público!
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6 comentarios:
¡VIVA!
Me sucede lo mismo, pero en el mierda-bus-universitario!
No creas que en coche es mucho mejor...
aunque por lo menos vas sentado y con olor a pino...
mmm me retracto pues...
viva el transporte publico¡¡¡
jaja historias de una cotidianeidad absoluta¡¡¡¡
ya me hice seguidor tuyo¡¡¡
besos
peor es la linea que va de fuenla leganes a atocha que pasa antes por mendez alvaro
¡Anda que no te quejas! A los proletarios y estudiantes no nos queda otra, incluso a los que tenemos coche pero nos movemos en transporte público para no contaminar ni gastar inútilmente.
No pasa nada, ¿cuántos minutos son? Compáralo con toda una vida, o un día. Y tampoco siempre es así.
¡Gruñona!
Espero que vengáis el sábado a la presentación del libro.
Un besazo.
La verdad es que estas situaciones, el tener que ir en metro, bus o tren (según el caso), hace que se le quiten a uno las ganas de madrugar. EL primer día que fui a la facultad aki en Madrid (a Cantoblanco), cogí el metro para ir a Plaza Castilla, bueno, fue el peor dia de mi vida, yo acostumbrado a Santiago (de ompostela), que tenía la facultad delante de mi casa, los bares debajo... En serio, fue terrible. Ahora me las apaño para ir en bus sea como sea.
Saludos, y enhorabuena con el blog!!
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