Para bailar no hacen falta zapatos.
Me lo dijo un día un señor
que vendía palabras en la puerta de un bar.
Recuerdo todos los días
el beso bajo la lluvia,
las sirenas nadando en el Atlántico.
Las hojas que hemos pisado.
La vez que estuvimos en París
y había cuarenta grados y era invierno.
Todos los niños con los que jugamos
que se hacían mayores de repente
y dejaba de ser divertido.
Los peces convertidos en pirañas
y aquello de lejos parecían ortigas
y te acercabas
y olías y dibujabas una sonrisa azul
y eran girasoles.
Y me mirabas, como me miras ahora, aunque no estás aquí.
Pero estás, como siempre.
Recuerdo a veces nuestra casa,
que ahora no sé si era amarilla
o violeta
porque aún no lo hemos inventado.
Y el gato.
Siempre atento a la energía que desprendo
que a veces es más, y a veces nada.
Y lo hago.
Siempre.
Mamá me dijo que
para bailar no hacen falta zapatos.
1 comentario:
Me encanta como escribes, no te conozco de nada, pero me identifico con tus palabras. Me gusta lo que haces y te felicito por ello, un saludo.
Y no cambies
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